Flamencotón en el polígono
Son las dos de la madrugada. Dos adolescentes cruzan con paso decidido un puente mal iluminado que las lleva al polígono industrial Polizur de Cerdanyola del Vallès. Tampoco hay mucha luz por las calles del polígono. Todas las naves industriales están cerradas excepto dos: las de las discotecas Dresden y Boxer. No todos los que merodean el polígono ha llegado a pie. Muchos han llegado en coche. Y cuesta encontrar un hueco donde aparcar. Así hemos decidido que buena parte de la juventud disfrute sus noches de sábado: lo más lejos posible. En rincones inhóspitos. En guetos de ocio de los que no queremos saber nada.
El público proviene de Barberà, Castelldefels, Badalona y otras ciudades barcelonesas. Organiza el concierto Costa Sur, una de tantísimas discotecas de la Zona Hermética de Sabadell que desaparecieron cuando el ayuntamiento clausuró aquel hervidero de ocio nocturno. Sus clientes tuvieron que buscarse nuevos destinos y muchos han escogido este polígono. Pero el ayuntamiento de Cerdanyola no quiere que les crezca otra Zona Hermética y solo hay licencia para dos clubes. Dresden ocupa hoy el espacio de la antigua Mundo Caníbal y Boxer es la antigua Mama Mandawa, clausurada hace apenas dos otoños.
Rumba catalana y reggaeton
El ambiente en la Boxer es el de las grandes ocasiones. La sala está llenísima. Predomina el público gitano, aunque también hay muchos payos. El motivo que les trae aquí es Daviles de Novelda, un cantante alicantino de rap y reggaeton. A las cuatro de la tarde, dos niñas de 14 años ya buscaban un autógrafo suyo conscientes de que por la noche no podrían entrar al local. El discjockey pincha rumba catalana de Los Banis, salsa de Andy Montañez, trap gitano de Moncho Chavea y reggaeton de Daddy Yankee. El público lo baila todo por igual y bate palmas flamencas. En la barra no se sirve cerveza porque este público no la bebe. “Quien quiera shisha, la bajamos a 20 euros. ¡Como el mercadillo!”, grita el pinchaor. En la calle decenas de personas desafían el frío para fumar tabaco.
En la sala destaca la presencia de dos abuelas. Ellas también quieren ver a Daviles de Novelda, pero aunque ya son las tres de la madrugada, se van a tener que tragar un lote de teloneros salidos de debajo de las piedras. Primero, al dúo Kream & Crie930, que despacha su gozoso hit afro-underground ‘Modo vacilón’ con unas gargantas ásperas a lo Ayax & Prok. Y tras ellos, un canario cuyo estribillo más aplaudido dice: “Voy a ser rico eso está escrito / Voy a ser rico antes de los 35”. Cinco jóvenes apretujadas en primera fila combaten el calor abanicándose con una octavilla que anuncia una inminente actuación de Canelita en la misma sala. Son las 3.30 y ellas solo quieren ver al de Novelda.
Tras las cifras de Rosalía
Pero, ¿quién es Daviles de Novelda? “Yo soy de los Fernández / De una familia muy grande / Gitano canastero con mucho arte”. Así se presentaba en 2016 un chaval de 17 años llamado David Fernández Molina. ‘Yo soy de los Fernández’, su estreno en redes, era un ritmo rap recitado con dicción aflamencada. En dos años David ha puesto en el mapa musical su ciudad de nacimiento, Novelda, y se ha erigido en ídolo de las músicas urbanas gitanas. Con solo una decena de canciones, lleva más de 73 millones de reproducciones en youtube. Rosalía suma 118 millones, sí. Pero no es tantísima la distancia, si tenemos en cuenta que mientras la catalana tiene todos los medios de comunicación y el márketing a sus pies, de Daviles de Novelda apenas se han publicado un par de artículos.
‘Yo soy de los Fernández’ es, precisamente, la canción con la que abre, ¡por fin!, el concierto. Le acompaña su socio y también rapero DaniMFlow. Tras ellos, una mesa de madera y un discjockey que lanza las pistas. No hay el más mínimo elemento decorativo, pero nadie debe echarlo en falta vista la cantidad de móviles que ya están filmando todo lo que sucede en el escenario. Daviles está en la Boxer. Eso es lo único que importa. Y mientras despacha sus rimas sobre bases reggaetoneras, las fans de primera fila baten palmas flamencas.
Daviles se confiesa devoto de Nyno Vargas y Camarón, pero es más fácil imaginarlo como una mezcla de José el Francés y Tego Calderón. Flamenquito, gitano y romántico, pero con aspiraciones todoterreno que le animan a meterse en el rap, el reggae, el dancehall y la bachata. Cante lo que cante, tiene un deje flamenco, pero también se le escapan guiños al reggaeton boricua. Él mismo utiliza el término flamencotón para referirse a este estilo (el de Moncho Chavea, Omar Montes, Sonikete Rom, Original Elías y otros más) que imprime carácter flamenco a cualquier ritmo urbano actual. Un patriarca gitano grandullón, con barba, sombrero y chaquetón, aprueba la moción triunfadora de Daviles desde la zona vip. “¡Qué castaña llevo!”, se sincera otro espectador, todo simpatía.
Papel higiénico para el sudor
Van cayendo uno tras otros los títulos más celebrados de Daviles. Uno de ellos es ‘Mi gyal’, cuyo clip suma más visualizaciones que cualquier título de la muy internacional Bad Gyal. De vez en cuando, DaniMFlow cuela canciones suyas como ‘Eternidad’ o ‘Como ella lo sabe’, momentos que Daviles aprovecha para recuperar el aliento y secarse el sudor con un trozo de papel higiénico que le han traído del lavabo del camerino. El alicantino dedica ‘Vietnam’ a Sarai. Sarai se lo agradece. Aunque ‘No te trata bien’ denuncie frontalmente la violencia de género, gran parte de su repertorio conjunto perpetúa tópicos machistas como el amor romántico, las relaciones posesivas o las malas mujeres. “¡Seguridad! ¡A la pista!”, solicitarán por megafonía en algún momento del concierto.
“Vámonos a la playa / Que yo soy tu gitano y tú eres mi media paya”, cantan los cientos y cientos de payos y gitanos reunidos en el polígono Polyzur de Cerdanyola esta madrugada de diciembre. “¡Queremos potencia!”, exclama Daviles algo contrariado. Los acoples de sonido son constantes. El técnico ha optado por bajar el volumen para atajarlos. Pero, claro, ahora los cantantes apenas escuchan las bases sobre las que recitan y la intensidad del concierto decae. Teniendo en cuenta el poder de convocatoria del rapero y los 15 euros que cuesta la entrada (25 en zona VIP), el montaje podría ser más consistente y así ‘Ya no quiero amores’ y ‘¿Por qué?’ podrían exhibir su evidente potencial.
El concierto apenas dura una hora. Aún no ha amanecido. Aún hay fiesta para rato. El discjockey de la sala pincha una rumba de Los Cuñaos . “Dile a tu papa, dile a tu mama que yo te voy a pedir”, tararea el público. Más baile. Más palmas. Ya habrá tiempo para planear cómo y con quién volver a casa.