Tenemos más tentáculos
El otro sábado la estrecha puerta metálica de La Reina d’Àfrica volvió a abrirse excepcionalmente para acoger un concierto. Quien tiene que saber dónde está este mítico antro de Vallcarca ya lo sabe. La Reina nunca tuvo página de facebook, pero el local no tardó en llenarse de treintañeros y algún veterano. Allí dentro todo estaba intacto: la barra a la izquierda, el escenario esquinado, el póster de la película de Humphrey Bogart y Katherine Hepburn de obvio título decorando el pasillo que lleva a la terraza y el suelo salpicado con ese silvestre trencadís. Tal vez sea ese el único guiño gaudiniano de este barrio que aún no sido ha devorado por el turismo.
Una cortina de bombillas luminosas decorando el escenario acentuaba la sensación de noche de fiesta. Tres euros costaba la entrada. A cambio: cuatro conciertos. El primero fue el de Mendra, un correoso y vivificante trío de post-hardcore. Se autodefine como punk llorica, aunque la combinación de la voz de Paula y los zurriagazos que Víctor propinaba a la batería, daba más ganas de gritar de entusiasmo que de llorar. Les Cruet ya tienen sobrinas.
¡Yo toqué aquí en el 98!
Entre el público estaba el músico Eric Fuentes. “¡Yo toqué aquí en 1998! ¡Antes de formar The Unfinished Sympathy! Venía mucho por aquí”, aseguraba. “Pero luego hubo un vacío y no sé qué ha pasado estos últimos años con La Reina”, añadía desconcertado. Lo que pasó fue que una mañana los responsables del local decidieron cerrar una etapa de nocturnidad en la que el bar estaba abierto a toda la ciudad y entrar en una nueva era en la que La Reina d’Àfrica renacería como espacio vecinal y solo abriría cuando lo demandase el barrio; ya fuese para acoger tertulias, proyección de documentales o talleres de salsa semanales.
Aquel tipo que no paraba quieto un instante y que lucía una gorra de ‘Make Catalonia Anarchist Again’ era Josep, un joven del barrio. Días atrás se cruzó por la calle con Andrei, uno de los responsables de La Reina d’Àfrica. Hablaron del disco que estaba a punto de editar Louis X Armstrong, el trío de hardcore-punk de Josep. No estaría mal estrenarlo en el barrio y… ¿qué mejor sitio que La Reina? Andrei también canta en un grupo, Industrias Orsini, así que planearon organizar un doble concierto. Aunque, ya que estaban, mejor invitar a un par de grupos más, ¿no?
Gôlut fue el segundo. Un dúo de batería y bajo con desarrollos instrumentales aplastantes como elefantes de plomo. Su masaje sónico te deja nuevo. Es anestesia, paliza y rehabilitación en un mismo lote. Algunos ya lo sabían y trajeron tapones para los oídos. Al resto, aún nos zumban los tímpanos. A los Melvins también les debieron zumbar de felicidad aunque vivan en Seattle.
Louis X Armstrong no prometían ser más tiernos, pero sí más trepidantes. En media hora despacharon 25 canciones; casi todas desgañitadas entre el batería, Aitor, y el bajista, Josep. Una vez más, el sonido en La Reina d’Àfrica fue claro y poderoso. Y una vez más, el batería tuvo problemas para mantener el bombo en su sitio. Al no estar fijado en el suelo, avanzaba milímetro a milímetro hacia el borde del escenario. La solución de emergencia la aportó la cantante de Mendra, que se pasó el concierto frenándolo con pies y manos. No se ha diseñado mejor imagen para resumir el espíritu de cooperación entre grupos.
Durante años, La Reina vivió pared con pared con el Ateneu de Vallcarca. Su relación era tensa, pero la crisis y la especulación entraron en barrena en el barrio y poco a poco sus intereses les hicieron converger. Hoy La Reina forma parte de una activa red de resistencia que integran espacios y entidades como La Fusteria, L’Heura Negra, la bodega La Riera, el Sindicat de l’Habitatge de Vallcarca y la asamblea del barrio. Años atrás hubiese sido impensable que La Reina d’Àfrica compartiese reuniones con las asociaciones de padres y madres de los colegios de la zona, pero semanas atrás se manifestaron juntos para reclamar la reducción del tráfico en el barrio.
En el extintor de incendios del local alguien garabateó en inglés la frase “Tenemos muchos más tentáculos de los que ellos pueden imaginar”.
Reconquistando la ciudad
Los tres primeros grupos fueron descriptibles. El cuarto, ya no. ¿Una mutación cabaretera de Def Con Dos? ¿Accidents Polipoètics secuestrados por Pearl Jam? Industrias Orsini, el grupo de Andrei, inició su performance invitando al público a ingerir, con una jeringa gigante, un antídoto contra el coronavirus. Mientras la gente se atizaba jeringazos, el grupo despachaba corrosivos versos como los de ‘Paisaje de guerra’, amargo retrato de un barrio, Vallcarca, en plena lucha por su supervivencia. “¡Esta ciudad tiene que ser reconquistada!”, proclamaron con traje y corbata, ropa interior roja robada del Lidl de Berga y espardenyes. Y sin perder la compostura embutieron en una misma canción a Johnny Ramone, Joan Pera, Pol Pot y Pau Claris. Y sin renunciar a su ideario hermanaron en otra a Black Sabbath, Dead Kennedys y Pepe Sales. Casualidades de la vida, fue en este mismo local donde, un viernes del siglo pasado, dos adolescentes admiradores de este último decidieron, finos de canutos, formar un grupo. Se llamarían Els Surfing Sirles.
Pasará medio año o más hasta que La Reina d’Àfrica acoja otro concierto. Mientras tanto, recordaremos aquella noche en la que vimos cuatro directos tan excepcionales. Cuatro grupos de esos que remueven y abonan el subsuelo con un tesón incuestionable, que laten y combaten al ritmo que marca el barrio.
(Publicat el 16 de febrer de 2020