Así suena y lucha el barrio
Hay en Barcelona festivales con una larguísima trayectoria y sin apenas visibilidad mediática. Un ejemplo: el Raval(s), que este fin de semana ha celebrado su 17ª edición y cuyo objetivo es visibilizar la riqueza y diversidad cultural del barrio. El Raval(s) no aporta estudios de impacto económico como los macrofestivales, pero su impacto social es incalculable, pues la cultura funciona como instrumento de cohesión social en beneficio del vecindario.
Durante tres días, Raval(s) ha acogido exposiciones fotográficas, cuentacuentos, teatro, marionetas, danza, recitales de poesía sufí, rutas por la memoria gitana, ruedas de capoeira y, claro, actuaciones musicales. Todo ello, organizado por la Fundación Tot Raval, que coordina propuestas de cerca de sesenta entidades: desde la Associació Amical dels Immigrants Marrroquins hasta la Associació de Dones de Bangladesh, y del Centro Boliviano Catalán al Forn de Teatre Pa Tothom. No en vano, este año el festival se articuló en torno a lucha contra todas las formas de racismo que padecen las personas migradas en el Raval.
Cajones y congas
Uno de los actos imprescindibles del Raval(s) es el que protagonizan los centros de formación musical del barrio. Este año se celebraba en la plaza dels Àngels y tenía como título ‘Així sona el Raval’, pues reúne a esos estudiantes amateurs y profesionales que cada semana afinan instrumentos y voces en las escuelas del barrio. Los jóvenes del combo de percusión de la Escola Xamfrà han abierto fuego aporreando indistintamente cajones flamencos y congas afrocubanas. El profesor es kurdo. El objetivo de Xamfrà es fomentar la inclusión social.
Tras ellos sale un combo de adolescentes que interpretan clásicos pop de ayer y anteayer. El profesor es brasileño y la mayoría de alumnas son chicas que abordan títulos como ‘Stand by me’, ‘Fly me to the moon’ y ‘Hey Jude’. El viento se cuela por los micrófonos y ruge por los altavoces. Cuando se atreven con el ‘Hallelujah’ de Leonard Cohen, un paisano circunspecto con barba de semanas y chaqueta raída susurra el estribillo: “Hallelujah, hallelujah, hallelujah, hallelujah“.
En el patio de butacas de plástico, unas niñitas gritan lo mismo. Una turista embelesada comenta a su amiga: “De repente, hasta dejó de hacer frío, ¿no?” Los skaters de la plaza no prestan la más mínima atención.
Triple salto generacional
Cuando parecía que todo el repertorio sería un grandes éxitos para los abuelos de las alumnas, el combo da un triple salto generacional hasta el siglo XXI y se marca el ‘Man down’ de Rihanna. Esta vez, las chicas no interpretan la partitura; se han metido en ella y su versión suena poderosa y contagiosa en la voz de su cantante. Los malotes parapetados en el muro de la Capella dels Àngels lanzan aullidos de aprobación. Los skaters, no; siguen a lo suyo.
Esa Rihanna del Raval se llama Yola Catania y comparte título con Ariadna Cota, una menuda y portentosa cantante del barrio que escoge otro reggae de Rihanna: ‘No love allowed’. Ya hace rato que las sonrisitas condescendientes de los curiosos se han transformado en asombro. Dos malotes del rincón se han acercado a bailar. “Somos de Xamfrà, escuela de artes escèniques y mucho más”, recalca Ariadna antes de despedir su pase con una versión de Bruno Mars.
Gente del barrio
Las jóvenes del combo bajan del escenario y se unen al público. Han actuado y ahora son espectadoras. Así funciona el Raval(s). Es un festival organizado por el barrio, destinado al barrio y protagonizado por gente del barrio. En mayo ya empezaron las asambleas, plenarios y comisiones para estructurar un programa amplísimo cuyo proceso de articulación es tan o más importante que su exposición final, este fin de semana, en los distintos escenarios del barrio.
Un vecino marroquí del Raval, nativo de Nador, intenta retener a su hijo de ocho años en la plaza. Ha quedado cautivado por la música del grupo que acaba de subir a la tarima. Y eso que solo están probando sonido. Aunque cantan en árabe, le cuesta entender qué dicen. “Ahora han dicho algo de la libertad”, descifra. Pero su hijo no está para música. “Lo llevo a casa y ahora vuelvo”, asegura. Y se aleja hacia la calle de Montalegre, donde una pancarta reza: “Volem el CAP a la Misericordia”. Insólito festival, este Raval(s), donde colaboran por igual la Plataforma en Defensa d’un Nou CAP al Raval Nord y el Gran Teatre del Liceu.
Mi tierra
Por fin llega la actuación del dúo Athrodeel. El guitarrista Ahmad Diab y la cantante Aseel Massoud no viven en el Raval, sino en el Eixample, pero cursan estudios superiores en el Conservatorio del Liceu. Ambos migraron a Barcelona desde Damasco. Athrodeel, en asirio, significa “mi tierra”, y su repertorio se nutrirá de canciones sirias aderezadas con sonoridades flamencas. Ahmed y Aseel cuentan para la ocasión con dos invitados. Son Aiham Omran, que con su laúd anclará el repertorio a su raíz árabe, y un percusionista también sirio que tocará el cajón flamenco. Se llama Aiham Abou y en su día fue futbolista del Sabadell.
Lo de Athrodeel es otro nivel, claro. Aseel exhibe unas portentosas aptitudes para el canto lírico y Ahmed tiene de profesor de flamenco al guitarrista Manuel Granados. No dan puntada sin hilo. “¡Yamila, vámonos!”, reclaman unas niñas. Yamila se ha acercado al escenario y no quiere irse. “¿Son gitanos?”, pregunta una amiga. “¿Son árabes?”, pregunta otra. “No sé. ¿Oye, de dónde sois?”, les pregunta Yamila, a media interpretación. Y al no obtener respuesta, se marcha. Se perderán una insólita versión en árabe de ‘El porompompero’, de Manolo Escobar, que un tarambana de la plaza canta de pie sobre el murete del Macba. Y el hermanador broche final con ‘El cant dels ocells’ vestido con ropajes sonoros de Oriente Medio. Un lamento universal. Puro Raval.
Una de Michael Jackson
Tras el oasis árabe, vuelve el pop estadounidense: una de Michael Jackson, el ‘People get ready’ de los Impressions… El adolescente Sergio de Boccio explica por qué ha escogido ‘Angel down’, de Lady Gaga. Es, dice, una balada contra la discriminación racial que debe enseñarnos a dejar de etiquetar a las personas; de hecho, Lady Gaga la compuso tras el asesinato del joven afroamericano Trayvon Martin a manos de la policía. Sergio brinda una interpretación realmente conmovedora. Sí, Lady Gaga invocada en el Raval a través de un canto antirracista que silencia la plaza dels Àngels. Y los skaters, a lo suyo.
Pero así suena el Raval cuando se le escucha. Luego saldrá a escena el coro de alumnos del Liceu que dirige la chilena Kena Toledo. Y, más tarde, la Escola de Músics y JPC. Más voces de un barrio que necesita explicarse y que utiliza su diversidad cultural para articular estrategias de autodefensa.
(Publicat el 10 de novembre de 2019)