‘Illaferits’ bajo la lluvia
Imposible encontrar silla en los bares de la plaza Vicenç Martorell. Ni en el Bros Bar, ni en el Kasparo, ni en el Chelo ni en el Café d’Annunzio. La lluvia que cae desde media tarde ha convertido las terrazas que hay bajo los soportales en un refugio estupendo para conversar. También, en un refugio sin más. Un sintecho duerme hace rato sobre un lecho de cartones. En todas las terrazas es fácil cazar conversaciones en inglés y otros idiomas turistas. En todas menos en la del Espai Mallorca. Allí decenas de migrantes baleares charlan en mallorquín.
El Espai Mallorca celebra este fin de semana su quinto aniversario. Hace cinco años renació en esta plaza del Raval tras ver como su antigua sede, en la calle del Carme, cerraba después de catorce años cuando el gobierno balear del PP cortó el grifo del apoyo institucional. El colectivo Crits i Renou buscó otra sede y con el apoyo del ayuntamiento de Barcelona retomó su labor de defensa de la cultura balear. El blanquísimo local dispone de una librería, una sala de exposiciones y un bar con productos locales. ¡Y terraza! Hoy es, con diferencia, la más abarrotada de la plaza.
Casa regional universitaria
Ha habido que instalar tres pequeñas carpas para acoger a todo el público que ha venido a la fiesta. El Espai Mallorca es punto de encuentro de la comunidad balear en Barcelona, pero a diferencia de la mayoría de casas regionales, aquí la media de edad no es de setenta años, sino de veinte. Hasta los camareros tienen pinta de estar estudiando alguna carrera. Tres jóvenes actúan por primera vez en público. Se llaman Ramé. Parte de su repertorio nace de sus experiencias como universitarios. Más que una casa regional, esto parece el bar del campus.
Un folio enganchado bajo el interfono de la finca vecina pide comprensión a los inquilinos. El jovencísimo director del centro ha asumido hoy las labores de presentador y técnico de sonido. Pide al público que si ven que se enciende la luz del portal, se aparten porque eso significa que algún vecino querrá salir a la calle. Dicho esto, y mientras sostiene con la mano derecha un copazo de pomada, bebida balear que se obtiene al mezclar limonada y ginebra ultralocal Xoriguer, mueve con la izquierda un par de botones para que se escuche mejor al trío amigo.
“Hi ha panada!”, exclama una joven de inequívoco acento mallorquín. Su corazón y su estómago han lanzado dos señales paralelas al cerebro: añoranza y hambre. Esa chica es lo que la pizarra que preside la barra del bar del Espai Mallorca define como una illaferida. Y la pasta rellena de guisantes y carne saciará sus dos impulsos. También hay llonguets, cocarrois y croissants de sobrasada para aixeregats que necesiten llenar el gavatx. Estamos en Mallorca, sí: a 150 metros de la Rambla. Ya han acabado los Ramé. Dean Martin canta ‘Gentle on my mind’. Sigue lloviendo. Tres sintecho más se instalan bajo los soportales.
Crits i Renou
Ese tipo con barba y melena desaliñada es Llorenç Marquès Mercadal. Durante un buen rato ha pasado por un menorquín más, pero esos gritos de “¡Llure, Llure!” le recuerdan que viene a cantar. Es LeonManso y tendrá que emplearse a fondo. En este punto de reunión de la comunidad balear la gente habla por los codos. Crits i renou a la enésima potencia. Llure rasga la guitarra y mira hacia los arcos del soportal intentando buscar la solución a tan complicada acústica. Podrá cantar, sí, pero necesitaría meterse en las canciones y eso es más difícil. Su concierto empezará como una clase de gimnasia: soplando un silbato.
Poco a poco su voz asilvestrada y su poética tierna se imponen al jaleo del soportal y cautivan a los espectadores más cercanos. Dos amigas se alternan echándole una mano con los coros en momentos puntuales. De vez en cuando asoma la cabeza algún curioso. Ese tipo de melena desaliñada y guitarra ajada genera un notorio entusiasmo entre el público, pero no queda claro si es un héroe local o un músico de calle. Y esto es lo mejor. Por un momento nos transportamos a esa época olvidada en la que un músico de la calle podía ser también un héroe local. Una dimensión en la que un tipo como LeonManso encajaría perfectamente.
El menorquín destila versos de una lucidez esquinada que te cazan como un abrazo por la espalda. Igual te cuenta la historia de una adolescente de dos metros, una suerte de Mamba Negra balear, que te suelta una frase como “la cara no puede vender ideas que antes no ha pensado”. Su título más reciente, ‘Monstre final,’ es una canción de amor a partir de un videojuego. Y con esa misma delicadeza con que un día describió la relación con sus padres en ‘Sa mare cuida ses flors’ ahora canta ‘Bona nit’, una preciosa canción de cuna que no por ser una nana infantil deja de ser un regalo para cualquier oído adulto.
Tres chavalotes fornidos se sonríen y cantan mirándose a los ojos: “Bona nit, som es teu llit / Somiar es polit, perquè m’ho han dit / Gegants petits, molt bons amics / Tenen els dits fets de confit”. Justo en el momento en que pronuncia las palabras “molt bons amics”, Llure mira hacia el interior del Espai Mallorca.
Una lágrima de Amy Winehouse
A veces un autor te puede arruinar una canción de por vida al querer explicar su significado o el motivo que le llevó a componerla ya que de ese modo aplastará de golpe la lectura que tú le diste. Pero cuando LeonManso revela que ‘Una gota d’aigua pura’ habla de una lágrima cayendo por la mejilla de Amy Winehouse, su composición resulta más conmovedora aún. Llure lleva guitarra plagada de fotos de cantantes desaparecidos: Kurt Cobain, Tom Petty, Aretha Franklin, Chris Cornell, Jim Morrison… Ese rapero junto a la foto de Johnny Cash parece Eazy E. Todo cuadra: LeonManso es un rapero country. De Ciutadella, vale.
Acaba el concierto. Ya no llueve, pero nadie se marcha. El Espai Mallorca no es una sala de conciertos, sino un lugar de encuentro. Todas las tiendas de la plaza han cerrado. También muchos bares. Ya hay doce sintecho durmiendo bajo los soportales. Dos de ellos, frente a la puerta de la librería ‘La Dolce Vita’.
(Publicat el 21 d’octubre de 2018)