Una fiesta que cambia vidas
Estamos en el Casal Cívic Estació de Magòria. Se llama así porque ocupa un edificio modernista de dos plantas inaugurado en 1912 como estación de tren. Cuando quedó abandonado en los años 70, los vecinos presionaron para que la Generalitat lo rehabilitara y le diera uso social y cultural. Desde 2006 acoge actividades para todas las edades. Esta tarde de viernes, unas abuelas juegan al Rummikub mientras dos jóvenes practican esgrima medieval en el exterior. Pronto llegarán los de clase de tango. Su profesor es el mecánico del barrio.
El porche del actual casal es el andén desde el que los vecinos avistaban décadas atrás el tren de vapor acercándose por la vía desde la plaza de España. Hoy el andén de la antigua estación de Magòria está tomado por un puñado de raperos y un discjockey. En el descampado de enfrente por el que antaño pasaban las vías, un centenar de personas observan la escena. Unos son chavales con ganas de foguearse con el micro. Otros son vecinos que se acercan al solar atraídos por la música. Por cierto, este solar es otro espacio que el vecindario quiere recuperar como zona ajardinada para el barrio, lo cual implicaría frenar los planes de edificación que lo amenazan.
A menudo los centros cívicos tienen un aspecto tan blanco y funcionarial que ahuyentan a los chavales. Cruzan la puerta y no saben si han entrado en un ambulatorio o en una delegación de Hacienda. Hoy sucede todo lo contrario. Hace una tarde soleada y mientras los usuarios más mayores del casal inician sus sesiones de tango y de swing, jóvenes de todos los rincones del área metropolitana se dan cita en este silvestre y espléndido descampado multiusos que mientras no lleguen las grúas se ha anexionado el casal. Es medio jardín, medio selva y medio solar. Es ideal para montar una buena fiesta al aire libre.
Un patriarca de 27 años
Ese barbudo que anda por allí es DJ Alar. Hace una década tenía 17 años y mataba las horas en el Parc de la Espanya Industrial hasta que los educadores del barrio lo invitaron a usar el material del casal. Se enganchó tanto al hip-hop que hoy es uno de los impulsores de la Llobregat Block Party, colectivo donde la afición a rapear, pinchar discos, bailar break y pintar grafitis funciona como herramienta de integración social. Lleva toda la tarde chocando manos y abrazándose con los jóvenes que llegan. Está como en casa. Está en su casa. En 2010 participó en la organización de la primera Hostafrancs Block Party. La de hoy es ya la octava.
En el andén-escenario ya está rapeando el colectivo T.R.U.E. (acrónimo de Taller de Rimas Urbanas Escuela). Es otra asociación que utiliza el hip-hop como herramienta de integración. Esta tarde su misión es llevar las riendas del micro abierto. Cualquier espectador puede tomar el escenario unos minutos. Al rapero Mago Clyn no le hará falta insistir demasiado para que empiecen a subir los chavales. Buena parte denotan con el acento su origen latinoamericano. Un hondureño cede el micro a uno de Gràcia y este, cuando acabe, se lo pasa a otro de acento argentino. No son profesionales, pero algunos tienen gran nivel.
La mayoría riman en castellano. Algunos pocos lo hacen en catalán. Solo uno rapeará en inglés. Cada cual escoge el tema que más le escuece. “Unos lucen Jordan, otros cumplen con sus chanclas”, lanza uno. “Ricachones juegan a ping-pong con tu futuro”, suelta otro. “Mis abuelos en cunetas, ni la mitad han sido vengados”, recuerda aquel. “Sus dudas custodiando mis costillas”, evoca ese, en tono casi existencial. Uno de los estribillos que más caldearán la velada dice así: “Sigue tu sueño: dale tinta al papel”. Uno de los más ingeniosos será este otro: “La diferencia entre tú y el YouTube es que en la calle yo estuve”.
Mientras el discjockey Ander Draw selecciona nuevos ritmos para los siguientes rimadores (nada de concursantes; aquí no se compite, se comparte), los grafiteros decoran unos murales hechos con cinta de plástico negra tensada entre dos columnas. Una abuela se acerca a conversar con el autor de uno de ellos. “Quan es vol és possible”, reza el eslogan de su bolsa de tela. La bolsa de la anciana, no la del grafitero. Varios padres juegan con sus hijos. Una niña de seis años se ha quedado petrificada al ver cómo una chica rubia como ella tomaba el micro para rapear. En cuanto la releva un chico, la niña pierde el interés, agarra un palo y se lo lanza a su perro para seguir jugando. Aquellos dos de la esgrima medieval siguen blandiendo sus espadas de plástico. Hoy no debe haber en toda Barcelona un casal-solar más vivo que este de Magòria.
Un veterano del 83
Se acumula la faena al maestro de ceremonias Mago Clyn. Se ha formado una cola de chavales que quieren pasar por el andén. Algunos tienen look de rapero, pero otros podrían pasar por cantantes de grupos grunge o estudiantes de máster de ingeniería. El que sube ahora tiene pinta y edad para haber sido fan del grupo punk Decibelios. Lleva en el rap desde 1983 y se va a marcar con su colega una de las intervenciones estrella del día. Evocando los orígenes del género e improvisando sobre los precios de las bebidas de la barra y todo lo que tienen ante los ojos, reciben una sincera ovación de pibes que podrían ser sus hijos.
Antes de rimar lo suyo, otro chaval de acento latino agradece que existan eventos como este “en los que poder practicar freestyle sin que nadie insulte a mi mamá”. Se refiere a esas batallas de gallos donde la propia naturaleza de la competición hace que los raperos desafíen a sus oponentes a base de insultos cargados de tics racistas y sexistas. Ahí llegan dos senegaleses. Uno de ellos sube al escenario sin pensárselo y se marca un tema en wolof. Sí, en apenas dos horas, habrán desfilado por la Hostafrancs Block Party hombres y mujeres, veinteañeras y cuarentones, hondureños y senegaleses. Y se habrá rimado con acento colombiano y mallorquín. En castellano, catalán, inglés, francés y wolof.
Peliculón al aire libre
Anochece y llega el postre. En la barra, aparecen unas bolsas de palomitas. La Hostafrancs Block Party culminará con una velada de cine al aire libre. Hay sillas para todos. El título elegido por DJ Alar y compañía es ‘Stretch & Bobbito. Radio that changed lives’, un documental sobre el programa radiofónico que condujeron en los años 90 estos dos aficionados neoyorquinos al hip-hop y en el que pinchaban maquetas de jóvenes raperos. La historia del programa que cambió la vida a tantos radioyentes tiene un bonito eco en estos proyectos de integración que desde Barcelona explotan el potencial transformador del rap.
Para rizar el rizo, a DJ Alar y compañía se les ha ocurrido intercalar en el documental varios bloques publicitarios. Pero, no emitirán anuncios de coches y cervezas, sino videoclips de chavales vinculados a la Llobregat Block Party. Además, sus protagonistas las rapearán en directo, debajo de la pantalla. Así, mientras Nas y Das Efx desfilan por el documental, por el andén pasarán Abel Ge, Niar y Yellow, entre otros. Esta última suelta la siguiente rima: “Para ser rapera no tienes que ser un macho / Si no querías esto, no haber encendido la mecha”. Suena vertiginosa, colérica y muy segura de sí misma. Suena como un tren a toda velocidad que, al pasar por la vieja estación de Magòria, decide frenar en seco para saludar a los colegas.
(Publicat el 13 de maig de 2018)