Esta guitarra combate desahucios
“Bon dia, gent del metro. Como pueden ver, no todos los músicos somos guapos. Pero la música es supervivencia y aquí estoy”. Con estas palabras y con su guitarra acústica colgada al hombro con una correa de bolsa de viaje se presenta Juanma Luque cada vez que sube a un vagón de la Línea 1. Cada día hace el trayecto desde la estación de Sagrera hasta la de Mercat Nou. Tres veces de ida y otras tantas de vuelta. Ofrece sus canciones e intenta no regresar a casa con menos de cincuenta euros porque más de trece ya los gasta en el billete de tren que lo trae y lo devuelve a Manresa y en el de metro.
Esta mañana Luque empieza fuerte con ‘Desahucio’, canción del onubense Fernando Caro con la que se siente plenamente identificado. “La vida se complica y no comprendo / Cómo he llegado a esta encrucijada / De leyes que dictaron esos necios / Los necios que pueden pagar su casa”, reza la letra. Cuesta imaginar escenario más adecuado que un vagón de metro para que canciones como esta puedan calar más hondo entre el público. Luque, además, mejora sustancialmente el tema original. En sus manos, suena más reposado y conmovedor. Lo transforma en una preciosa rumba triste.
Los vaivenes y el ruido
Aquí abajo los versos de ‘Desahucio’ no pueden dejar a nadie indiferente. Estos, por ejemplo: “A ver cómo le cuento yo a mis hijas / Que guarden las muñecas en la caja / Y que esta noche duermen con su abuela”. Apostado en el centro del vagón, Luque intenta mantener el equilibrio a pesar de los vaivenes y hacerse oír a pesar del ruido. Los vaivenes y el ruido; metáforas precisas de los obstáculos que deparan los caminos de la vida. Cuando termina la canción, el músico recuerda: “Los desahucios no son leyenda; están ahí”. Sabe bien de qué habla. El fue uno de los activistas de la PAH que se encerraron en una sucursal del BBVA de Sabadell en 2014.
Luque recoge el sombrero negro que ha dejado en el suelo y se acerca a los pasajeros para recibir las primeras monedas. No son muchas, pero no está mal para ser lunes. Y es que, además de los vaivenes y del ruido del vagón, un cantante del metro debe habituarse a un tercer obstáculo: la indiferencia de buena parte de los viajeros, herméticamente encerrados en sí mismos y en su móvil. Observar a tus conciudadanos con los ojos de un músico del metro puede ser una experiencia muy descorazonadora.
Próxima estación: Glòries.
En el siguiente tramo del vagón, Luque repite el ritual. Se presenta, coloca el sombrero en el suelo e interpreta otro título. Esta vez será ‘En mi pecera’, una bonita canción de amor de El Suso que hace sonreír a una madre y a su hija. Las cuerdas de su guitarra suenan viejas y cansadas. Antes de empezar cada canción, las rasga varias veces como quien frota la lámpara de Aladino esperando un milagro. De El Suso versionará también ‘Mi barrio’, esa que empieza diciendo: “Mi barrio hoy sale en las noticias de cualquier telediario / Que padres de familia se quedan sin su trabajo / Y que ahora esperan en la fila de un comedor solidario”. Un hombre de raza negra le escucha absorto. El de al lado, sigue concentrado en su periódico deportivo: ‘El Nàstic se mete en un lío’, advierte el titular.
Próxima estación: Rocafort.
De Tarragona es Vergüenza Ajena, un trío rumbero que denuncia la gran estafa de las preferentes en ‘Mirar cap endavant’. Es otro número de su repertorio. “S’han gastat els diners de la nostra gent retallant il.lusions”, rumbea Luque. El éxito de la primera letra en catalán del día es instantáneo. Una pareja joven, además de las monedas, le brinda unos aplausos a los que se sumarán varios pasajeros. Luque sale más contento de lo habitual, pero sabe que el metro es una tómbola y que la misma canción, dos vagones más allá, puede fracasar sin explicación. Eso le pasará cuando repita ‘Desahucio’. Pero el desánimo no es una opción aquí abajo y en cuanto suba al siguiente vagón se sacará de la manga la esperanzadora ‘Adelante’. Esa que dice: “No temas a las represalias / De aquel chaqueta dictador / Que te roba el pan de tu casa / Y ahora te quita la pensión”.
El filón de Demarco Flamenco
En Mercat Nou toca bajar al andén y repetir el trayecto en dirección opuesta. Es el pacto al que ha llegado con otros músicos del metro que se mueven por la Línea 1. Explica Luque que no todas las canciones que toca son de denuncia. También echa mano de temas comerciales que sabe que gustan a la gente. No se refiere a los de Lady Gaga o Ed Sheeran, sino a los de El Arrebato y Demarco Flamenco, el último fenómeno del flamenquito. Del último tocará cuatro. Entre ellas, ‘Niña del aire’ y ‘La isla del amor’.
De vuelta en dirección a Fondo, Luque repite ‘En mi pecera’. Es de las que mejor le sientan. Una mujer abre el monedero para sacar un euro, pero al hacerlo le cae la muleta al suelo. Un hombre le recoge la muleta mientras ella entrega la moneda. Se ha formado así una efímera cadena de apoyos. Un padre da una moneda a cada una de sus dos hijas para que las echen en el sombrero. “¿Solo una?”, pregunta la menor. El resto de padres del vagón también enseña a sus hijos que hay que ayudar a quien lo necesita. El sombrero recibe monedas de todos. Nadie sabe cómo ni cuándo, pero en algún momento de la edad adulta todos olvidamos esta lección de vida.
Próxima estación: Universitat.
Una mujer con anorak azul asiente mientras presta atención a los versos indignados de Luque. Dos turistas extranjeras hacen un amago de bailar, sonríen y también hacen su aportación económica. Luque empezó a tocar en el metro con miedo, pero ahora ya es su oficio y se siente aceptado por la gente. Le ha dado dinero todo tipo de viajeros; hasta un mantero, dice. De repente, deja de tocar bruscamente. Hay un vigilante al final del vagón. “Lo siento, es lo que tiene la música clandestina”, se excusa. El silencio hasta llegar a la siguiente parada se hace eterno e insoportable.
Quien sube en la estación de Marina es un hombre que habla por el móvil a gritos. Se sitúa justo delante de Luque, que intenta no desconcentrarse. El tipo del móvil sigue gritando. Luque alza la voz para hacerse escuchar. Algunos pasajeros reconocen su esfuerzo y cuando termine su canción se lo agradecerán con más monedas de las previsibles y una salva de sinceros aplausos. Cantar en un vagón de metro te puede destrozar la garganta. Y más si tiras de quejío. Para llegar con voz al final de la jornada, alternará canciones de distintos tonos. “Y el jengibre nunca falta en casa”, desvela.
La ley del vagón
En Clot ha subido un acordeonista. Se ha cruzado una mirada con Luque y ha bajado del vagón. Luque tenía preferencia. Dentro de un rato pasará lo contrario: Luque verá a una mujer vendiendo pañuelos y no se pondrá a cantar hasta que ella se aleje. En cambio, ese rapero que viaja en el convoi que acaba de salir de la estación en dirección opuesta no respeta los turnos, lamenta el músico de Manresa.
Pasan las horas y las estaciones. El público se renueva canción a canción. Luque ya ha interpretado una veintena. Algunas, como ‘El pájaro cucú’, las toca solo una vez. Otras, como ‘Niña del aire’ las repite. Es la tercera vez que canta esta de Demarco. Y la está bordando. Tan a gustito se siente, y tanto margen tiene hasta llegar a Plaza de Sants, que alarga el estribillo un par de vueltas cantándolo a pleno pulmón, mientras con la guitarra marca solo el ritmo. Cada canción le dura dos o tres paradas pero la próxima estación ya es Mercat Nou y para no quedarse callado, regala un cante de corazón: “Yo soy así, soñador, y nunca cambiaré”. Un saludo para Ray Heredia, allí donde esté.
Juanma toca la guitarra desde joven. Incluso participó en concursos. Pero la vida se torció y tras varios periplos y dramas ha acabado tocando en el metro. Trabaja aquí de lunes a viernes. Se sabe igual de bien la letra y los acordes del ‘Dime quién es’ de El Ketito que el nombre y las ramificaciones de los fondos buitre que están arruinando la existencia de miles y miles de familias. Por eso canta lo que canta. Por eso canta donde canta. ¿Dónde están las canciones que denuncian la situación de emergencia social que vive España?, se preguntan unos. ¿Dónde está la rumba hoy en día?, se preguntan otros. En el metro, se podría responder a unos y otros.
(Publicat l’1 d’abril de 2018)