Techno especiado en el Raval
Conforme te adentras en el Raval por la calle Nou de la Rambla, es prácticamente imposible cruzarte con gente que hable en castellano o en catalán. Anochece y en la calle los turistas vociferan en italiano, francés e inglés. En los comercios, los dependientes comentan la jugada en árabe, en urdu o en chino. En siniestro contraste con tan políglota paisaje, tres tunos entonan el bolero ‘Algo contigo’ desde la barra del bar Güell Tapas. Un turista oriental los oye desde la acera, les dispara una foto y sigue a paso firme hacia la ajetreada Rambla.
Doblando por la calle Guàrdia, en el número 10, la galería Miscelanea aporta algo de luz a este oscura perpendicular de Nou de la Rambla. En la sala de la entrada, blanca y vacía, se exponen piezas del diseñador gráfico y artista visual argentino Mariano Pascual. Desde un altillo se cuela el ajetreo del bar. Al fondo está la tienda, en la que se venden ediciones limitadas de serigrafías, grabados, fanzines y bisutería de autor. Miscelanea es, desde 2005, un escaparate para creadores emergentes. Tras el mostrador, una puerta blanca que parece guardar un trastero conduce, en realidad, a otro escenario posible.
El patio de la mezquita
El espacio multiusos de esta galería de arte es una sala diáfana para unas setenta personas con el techo a seis metros de altura. Dos cortinas negras cubren las paredes laterales para acolchar el sonido. Hoy el joven sello barcelonés Urban Legend, especializado en techno, drum’n’bass y ambient y con especial querencia por las texturas oscuras, organiza la velada ‘Circuito Cerrado II’ cuyo hilo conductor serán las sonoridades árabes. La discjockey Cat Gabal ya está caldeando el ambiente con vinilos del turco Ali Kuru y la libanesa Yasmine Hamdan. Quejíos árabes y secuencias sintéticas se retroalimentan e hipnotizan. Ilustra la sesión una gigantesca imagen de un sumidero en el patio de una mezquita.
El primer directo lo protagonizará Fran Mora, sevillano amante del techno industrial y conocido como Beyond, que tras varios años residiendo en el Raval ha iniciado una nueva aventura musical bajo el alias Wará. Su epé ‘Luna verde’ es una ruidista evocación sonora del barrio en la que los sonidos industriales se entremezclan con ecos árabes. Mora derrama un magma de ruido seco sobre el que poco a poco introduce percusiones árabes que lleva pregrabadas y otras que interpreta él mismo en vivo sin levantar la mirada de la pantalla del portátil.
Ese tránsito sonoro del ruido al ritmo te hace sentir como si llegases a un poblado tras cruzar el desierto. Aun así, Wará sigue generando rachas de viento metálico y afilado. Dos motivos dominan las imágenes proyectadas tras él: unos cardos espinosos y unas mujeres árabes paseando por la calle. La acústica del local es nítida y apabullante. Bombos de ultratumba, estruendos siderúrgicos y el murmullo de una emisora árabe mal sintonizada. Es un placer degustar estas propuestas más allá del costoso y a menudo incómodo circuito festivalero. Hoy la entrada vale siete euros. Los socios de la galería pagan seis. Algunas espectadoras prefieren seguir la actuación sentadas en el suelo.
La pausa más breve de la historia
La sala se ha llenado de público moderno. Se exponen revistas cool. Se bebe cerveza cool. La mitad de asistentes son mujeres. Una mujer codirige la galería Miscelanea. Una mujer codirige el sello Urban Legend. Una mujer ha pinchado al inicio de la velada y otra mujer actuará en breve. Es Nene H, que ya lleva un rato esperando su turno. La productora turca se ha liado un sigarrito, ha realizado varios estiramientos de cervicales y ha bailado los últimos minutos del directo de Wará. Tres segundos después de que el andaluz finalice su pase, pulsa un botón e inicia su pase. Es la pausa entre conciertos más breve de la historia. A partir de ahí, Nene H se empleará en los siguientes cincuenta minutos con el mismo ímpetu.
El verdadero nombre de Nene H es Beste Aydin, pero tomó ese alias de Nene Hatun, la heroína turca e icono feminista que luchó contra el ejército ruso en el siglo XIX. Lleva años instalada en Berlín y aunque en muchas de sus producciones destaca la presencia de sonoridades árabes, hoy ha preferido cuadricular y blanquear más su directo. Resulta imposible localizar en un país concreto el paisaje nocturno que hay proyectado a sus espaldas. Lo mismo ocurre hoy con su música.
En comparación con la de Wará, la actuación de Nene H es más bailable y menos evocadora, más directa y menos especiada. Ya no queda nadie en el suelo. En la calle, los transeúntes no pueden ni imaginar que al fondo de esta galería de arte setenta personas bailan techno. Nene se seca el sudor de la mano frotándola con el pantalón, se acaricia los labios buscando inspiración, da un sorbo a la cerveza y fija la mirada como si intentase resolver un jaque a la reina.
Escaparate y burbuja
El equipo de sonido de Miscelanea atiza a pleno rendimiento. Aun así, la gente ha ido perdiendo interés en la música y prefiere las conversaciones sobre el fin de semana. ¡Ya cotorrean más que en un festival! Algunos han salido a fumar a la calle cuando Nene sazona los últimos minutos con esas especias árabes que ha racionado durante buena parte de su actuación. Los comercios de Nou de la Rambla siguen abiertos, ajenos a este local del barrio en el que ha actuado una artista turca y un andaluz del vecindario ha trazado un cautivador mapa sonoro del Raval. Las galerías de arte a menudo son tan escaparate como burbuja.
(Publicat el 21 de gener de 2018)