Be Good

Fotos: Adriana Domínguez

Be Good

C/ Sancho d’Àvila, 78 (El Parc i la Llacuna de Poblenou)

Concerts de Fasenuova i Fiera

El ruido es la nueva lepra

Llega un taxi. Bajan cuatro yanquis. Preguntan en la puerta y les responden con una expresión universal: sold out. La misma respuesta reciben otros visitantes locales: entradas agotadas. Tendrán que volver a la civilización. Alrededor del local solo hay solares vacíos y fábricas cerradas hasta el lunes. Estamos en el Poblenou, el destino más seguro (y ni eso) para todas las salas que pretendan programar conciertos de grupos ruidosos. El ruido es la nueva lepra y locales como Razzmatazz, Bóveda y Rocksound solo pueden existir donde no hay vida humana.

El equipo del bar Heliogàbal de Gràcia ha tomado las riendas de la leprosería Be Good. Siempre tuvieron la espina clavada de no poder programar punk, hardcore u otros estilos atronadores. Hay muchos géneros proscritos en el centro, ya sea por su volumen o por el tipo de público que convocan. Y a menudo son los géneros musicales más críticos. Pero el Be Good queda tan lejos de esa Barcelona adormecida que ya sólo tolera músicas adormecedoras que aquí sí que podría actuar quien quisiera.

A 900 kilómetros

En este tramo de la calle de Sancho d’Avila no hay jamonerías Enrique Tomás, panaderías Granier ni franquicias de Phone House. La manzana está desierta, pero hay un notable remolino de gente ante el número 78. Actúan los asturianos Fasenuova y los andaluces Fiera. En común tienen su querencia por los ritmos metalizados y los 900 kilómetros que se han cascado para llegar a este antro.

“¿De dónde vendrán?”, brama Ernesto Avelino, mientras entra la última remesa de gente que llega en romería desde la parada de metro. Por cierto, el sistema de venta anticipada del Be Good es el mismo que el del Heliogàbal. Ellos lo idearon y lo gestionan y no cobran ni un solo céntimo de gastos de gestión. Sí se puede. Esto es un negocio, pero no un robo. La cúpula del Helio en pleno sirve copas a precios muy decentes. Al final de la barra, el técnico controla el sonido del concierto desde un iPad. Aquí todo es pequeño, familiar y sensato.

Buena sorpresa se habrán llevado los grupos. El Be Good es solo un bar con escenario al fondo, un antro oscuro, pero suena que te mueres. Las secuencias electrónicas de Fasenuova se expanden e impregnan todo el local. Los agudos hieren. Los graves te envuelven. La música no se percibe sólo por los oídos y cuando te recorre todo el cuerpo, se asimila mejor. Sobre todo, la del dúo de Mieres. Que se lo pregunten al tipo con sudadera del grupo de rock industrial Skinny Puppy. Nunca se vio en el Heliogàbal una camiseta de Skinny Puppy. Nunca actuaría allí un grupo con un disco titulado ‘Aullidos metálicos’. No es un local para aullidos ni para estruendos metálicos. Un día tocaron los siempre ensordecedores Tiger Menja Zebra y parecían Els Amics de les Arts.

No hay escapatoria

Cuando Fasenuova acaban su concierto, no pueden escabullirse por un lateral de escenario. Tienen que cruzar la sala hasta llegar a un microscópico trastero-camerino abriéndose paso entre la gente. Siempre debería ser así. De este modo, el músico se comunica forzosamente con el público. Antes de llegar a la puerta, un espectador aborda a los asturianos. Parece que les quiere enseñar algo que lleva en la riñonera. Roberto le invita a pasar al camerino y siguen allí la charla.

Los sevillanos Fiera tienen que montar su cacharrería, así que buena parte del público sale a la calle a fumar y conversar. Bajo el neón de la sala hay una cincuentena de personas, pero el vigilante está en modo zen. No es necesario exigir silencio. No hay vecinos. No hay problemas.

Fiera es el reverso post-punk de Pony Bravo, aunque llegan en versión reducida: solo el bajista Pablo Peña y el percusionista Javier Rivera. El formato Fierecilla funciona igual. Su repertorio es más bailable que el de Fasenuova, lo cual siempre ayuda. Si los planchistas del Poble Nou tuviesen la concepción del ritmo de este par, la gente montaría raves de día a la puerta de los talleres.

Mientras llega ese día, el barrio más bipolar de Barcelona seguirá desarrollando una muy poco valorada labor social: acoger las músicas de más alto voltaje eléctrico. Alguien escribió que el rock es música popular: la música popular de las grandes urbes. En tal caso, Poblenou sigue siendo su último refugio en Barcelona.

(Publicat l’11 de desembre de 2016)