En el malecón de Poblenou
Cinco músicos salen de los locales de ensayo La Nau mientras por la puerta de la sala de conciertos anexa, también llamada La Nau, no para de entrar gente. Algunos son también músicos. Ese hombre que luce una camiseta de Héctor Lavoe explica a su amigo que suele acudir a las latin sessions que se arman los miércoles en este mismo local. A la mayoría les delata su acento cubano. Hoy hay concierto de timba y con la entrada participas en el sorteo de un mes gratis de gimnasio. “Oye, hermano, yo vengo de Milano. Si me toca, ¿cómo hacemos? ¿Va incluido el hotel?”, suelta un cubano guasón. Se avecina una buena rumba.
En el interior del local, el ambiente está bien bravo. Las parejas bailan con soltura. Imposible cruzar la sala sin tener que esquivar varias caderas y brazos. Muchos vienen principalmente a bailar y no solo a ver un concierto. A algunos les cuelga del bolsillo trasero del pantalón una pequeña toalla para secarse el sudor. Y mientras dan placer al cuerpo, tararean los temas que pincha Iván DJ: de Los Van Van, de Elito Revé, de El Niño y la Verdad, de Mixael Cabrera… El sonido de la sala es imponente y contagioso. Tanto, que te teletransporta al fogoso malecón de La Habana. Bien mirado, estamos a solo tres calles del mar.
Hasta que hace año y medio obtuvo licencia para programar conciertos, La Nau acogía a artistas que necesitaban un lugar discreto donde poner a punto sus giras; desde Joan Manuel Serrat hasta The Jesus And Mary Chain. Hoy ya es la sala de referencia para los aficionados a los sonidos latinos y el escenario ideal para decenas de bandas de migrantes latinoamericanos. “¿Tú no bailas, mulata?”, pregunta el presentador con la autoridad que le confiere su chaqueta rojo chillón. “Mueve bien la silicona”, suelta ahora, con la complicidad del que está habituado a tratar al público como si fuera su familia. “¡Mi gente de La Nau! ¡Mi gente de Barcelona! ¡Mi gente de Cuba!”, reclama. Y todos siguen sin rechistar las cómicas coreografías que se inventa el animador cubano.
Ingenio y músculo
No todo el público es cubano, por supuesto. Muchos indígenas vienen atraídos por la primera banda de hoy: Compota de Manana. La mayoría de integrantes son catalanes, aunque también hay un cubano y una venezolana. Si la timba es una hermana de la salsa, Compota de Manana dicen practicar alternatimba: un paso más allá. Su cantante, Erik Castillo, regresó a Catalunya tras formarse durante una década en La Habana y ha armado un auténtico ejército: guitarra eléctrica, teclista, tres percusionistas, tres coristas, bajo de seis cuerdas y cuatro vientos que rebufan como camiones sin frenos cuesta abajo. Su coctelera timbera agita merengue ripiao, funk gordo y jazz. Ingenio y músculo. Tremenda banda.
Y tremendo domingo estamos viviendo entre congas y timbales. Es una gran suerte que bandas como esta estén naciendo en la ciudad. Son proyectos en los que convergen músicos preparadísimos que, además, podemos disfrutar en óptimas condiciones. El escenario de La Nau es tan amplio que aunque Compota de Manana sean catorce músicos aún cabrían dos o tres más. Y el tamaño de la sala, para unas trescientas personas, ayuda a que su extraordinaria sonorización te empape. Vaya, ahora no suena el tres cubano. “Pero, ¿por qué?”, exclama Castillo exagerando su desespero. “¡Porque la vida es así!”, responde el tresero. “¡Apágalo y vuelve a encenderlo!”, propone alguien desde el público. Humor, astucia y cintura.
Suplentes de lujo
El segundo grupo de la noche tenía que ser El Noro y Primera Clase, pero no les han concedido los visados y no han podido salir de Cuba. Para no cancelar el concierto, los promotores locales han localizado en menos de una semana a Ángel Yos y La Mecánica Loca, otra orquesta de timba instalada en París. Aquí están. Tienen un viento menos que Compota de Manana, un percusionista menos, un corista menos y una cuerda menos en el bajo, pero ese cantante de voz torrencial logrará lo impensable: subir más la temperatura. “Si tú la bailas / Si tú la gozas / Esto es timba cubana / No puede ser otra cosa”, especifica.
Yos llegó a Europa hace dos décadas y es un representante de lo que él mismo denomina ‘la Cuba europea’. “¡Europa se está poniendo buena!”, asegura, al referirse a la escena de cubanos migrados al viejo continente. Algunos de sus fans han venido a verle desde Francia e Italia. Y da gusto verlo. Canta, rapea, hace amagos de beatboxing, improvisa cual repentista del siglo XXI y hasta se atreve con el timbatón, mezcla de timba y reggaeton. Su bajista parece de Sly & the Family Stone y la banda saca petroleo de un repertorio ya muy rodado.
Entre el público, los que no bailan observan atentamente a los que bailan por si se les pega algo. También los hay que estudian con atención todas las maniobras instrumentales de los músicos; deben ser músicos también. El líder de Compota de Manana sube al escenario. Se acaba de conocer con Yos, pero ya están compartiendo orquesta y estribillos. La Mecánica Loca está que arde. Yos inventa una melodía, la tararea a los trompetistas y estos la descargan con nervio salsero. Pronto subirán dos amigas cubanas a improvisar unas fogosas coreografías que pondrán la guinda a esta explosiva velada de timba en Poblenou.
Antes de dar el concierto por concluido, Yos manda un saludo a El Noro y le desea que pueda hacer realidad cuanto antes su gira internacional. Entre el público, un desalmado aún reclama bises. Los músicos se lo miran con cara de ‘tú no tienes casa y, peor aún, ni tienes piedad’. La corista no aguanta más los zapatos de tacón. Se descalza y corre de puntillas hasta el camerino. Han sido cinco horas de timba cubana. Barcelona se está poniendo buena.
(Publicat el 7 d’abril de 2019)