Y las sirenas tomaron las calles
Los surfistas no perdonan. Hoy no hace sol ni la temperatura del mar es apetecible, pero ahí están: persiguiendo olas en pleno invierno. Sin embargo, esta mañana de sábado nadie presta atención a los surfistas. Las verdaderas protagonistas en la playa de Llevant son esas decenas de mujeres que portan alfaias, caixas, agbes, ganzás y demás instrumentos de percusión con los que celebrar un pasacalles en honor a Yemanjá, una diosa yoruba de los mares que goza de gran predicamento en Brasil. En cuanto la jefa Jabu Morales dé la orden, el combo Maracatu Mandacarú romperá a tocar y a bailar por las calles de Poble Nou.
Todas las percusionistas aquí presentes desearían estar en Recife, Natal, Fortaleza, Olida o cualquier otra localidad del estado de Pernambuco donde ahora mismo estarán celebrando la misma fiesta, pero a treinta grados. En el litoral barcelonés estamos a solo diez y, claro, no es lo mismo. Aun así, el entusiasmo con que los ritmos y los cánticos sacuden hoy el paisaje pronto despejará las nubes. El pasacalles afrobrasileño enfila por la calle Josep Pla. Jabu viste de blanco como varias de sus compañeras. Las hay de piel blanca, negra y de muy variados tonos mestizos. Las hay de rasgos indígenas, con el pelo rapado y con la tez decorada con motivos africanos. La diversidad sociocultural brasileña empapa Barcelona de vida, luz y color.
Una rúa de patinadores se cruza con las adoradoras de Yemanjá en la esquina con Taulat. No dan crédito. Esos ritmos centroafricanos que llegaron a Brasil en los barcos de los esclavos están sacudiendo ahora las calles del Poblenou. La camarera china del restaurante-cafetería Amics sale a fotografiar la escena. El vecino que intenta reparar su coche saca la cabeza del motor para comprender de dónde proviene el estruendo. Dos skaters simulan bailar samba sin bajar de sus monopatines. Un joven invidente sigue la rúa con visible alegría.
Mujeres al frente
Maracatu Mandacarú ensaya cada miércoles en el Centre Cívic Carmel. Y sí, la mayoría son mujeres. No es tan raro si tenemos en cuenta que de los 13.500 brasileños instalados en Barcelona, ocho mil son mujeres. También son cinco mujeres las impulsoras del festival Sereia de forró y cultura popular brasileña que este fin de semana ha celebrado su primera edición. El pasacalles es solo una de las más de treinta actividades programadas. Y se siguen sumando a él niños con patinetes, matrimonios que empujan carritos de bebés, madres con ramos de rosas y demás ciudadanos barceloneses cuya lengua principal es el portugués.
Un vecino avanza por la rambla Prim con una sonrisa amistosa y al cruzarse con las percusionistas alza su pulgar en señal de aprobación. Una de ellas le ofrece sus baquetas por si quiere sumarse a la rúa, pero el hombre le muestra los rodillos que transporta en un cubo: tiene que ir a pintar paredes. Unos metros más allá, hay dos vecinos más ilustres: son los dos gigantes del barrio, que han salido del Centre Cívic Besòs a recibir al ejército de percusionistas. Se avecina tremenda escena de sincretismo popular. Besòs, el gigante herrero, y Maresme, la giganta agricultora, se animan a bailar el afrobrasileño ritmo maracatu multiplicando la onda expansiva de los tambores por todo el barrio.
El pasacalles gira ya por la calle Paraguai y hace una última parada en el bar cubano La Bodeguita. Y de ahí, directo al casal Ca L’Isidret, destino final del recorrido. En el callejón del casal, DJ Zelektor ya está pinchando preciosos vinilos de Jovelina Perola Negra, Elza Soares, Beth Carvalho, Gal Costa, Airto Moreira, Caetano Veloso… El público tararea las letras y sonríe como quien acaba de recibir una caricia cada vez que empieza otra canción. En los puestos de comida hay escondidinhas de yuca, tapiocas, bolos de queijo… Cuando suena ‘O mar serenou’, de Clara Nunes, dos mujeres abren los brazos en cruz, miran al cielo y cantan. Están en la gloria. Sí, las nubes ya han desaparecido. “O mar serenou quando ela pisou na areia / Quem samba na beira do mar é sereia”, reza la letra. Ese verso ha dado nombre al festival. Sereia significa sirena.
No hay nada como el forró
El casal Ca L’Isidret abrió puertas hace apenas diez meses en esta zona del barrio de Provençals del Poblenou dominada por solares y naves industriales. A finales del siglo XVIII se alzó aquí la fábrica téxtil que inició la transformación del paisaje rural del lugar y que los vecinos de la época apodaron Ca L’Isidret. El novísimo equipamiento municipal ha heredado su nombre y comparte espacio con varios para ancianos. Muchos regresan del paseo matutino y se encuentran el callejón revuelto y lleno de vida: mujeres canturreando, niños correteando, el discjockey pinchando samba… Una abuela con su carro de la compra calcula los pasos de esa pareja que está bailando agarrada al son de los Novos Baianos. Cuando ellos viren a la izquierda, ella pasará por la derecha. La bailarina carga una mochilita de tela con la frase: “Nâo há nada igual ao forró”. No hay nada como el forró.
Después de comer, la actividad en el festival Sereia se dispersa en varios frentes. En la primera planta de Ca L’Isidret, unas cincuenta personas se han inscrito al taller de forró, otras treinta han preferido ir al de coco de roda y unas quince danzan en el de bailes populares de Pernambuco. Mientras, en la planta baja, la mujer más paciente del Cono Sur, Vivi Vasconcelos, inicia la segunda sesión de su exitoso taller infantil de maracatu. En pausado portugués, habla de su añorado Brasil y de los instrumentos que trajo de allí para no olvidar nunca la música de su tierra. En menos de una hora, todos los niños y niñas habrán construido su ganzá con un botellín de plástico lleno de granos de arroz y forrado de papel de aluminio. Y podrán tocar y bailar maracatu como si hubiesen nacido en Olida.
Bailar, cantar, construir instrumentos… El sociólogo Flavio Carvalho ha explicado hace un rato que en Brasil dejaron ya de referirse separadamente a cultura y sociedad. Lo sociocultural es una unidad indisoluble desde la que se mezclan cuerpos, fiesta, diversidad y tolerancia. Por eso bailar es mucho más que bailar y cantar es algo más que cantar. Y por eso lamenta que el cambio de gobierno en Brasil esté amenazando la diversidad cultural de su país. Porque eso pone en riesgo la tolerancia en la que deben convivir sus habitantes.
Una pequeña tormenta nos recuerda que seguimos en Barcelona. Pero ni el frío, la lluvia o la distancia pueden ser un obstáculo para el festival Sereia. Aún queda un puñado de actividades; entre otras, la esperada actuación de la septuagenaria Nazaré Pereira y la velada de forró en el Diobar del Born, el local en el que cada domingo del año se reúnen los barceloneses brasileños a miles de quilómetros de su país. Una vez más, la música ejerciendo de pegamento social. La consigna que ha lanzado Flavio Carvalho sirve para esta y cualquier otra ocasión: “Hay que disfrutar. Porque disfrutar nos ayuda a resistir”.
(Publicat el 3 de febrer de 2019)