Un filandón cargado de munición
¿Se acuerdan del Heliogàbal? Sí, ¿no? Es aquel bar de Gràcia que después de ser galardonado con un Premi Ciutat de Barcelona tuvo que cesar su actividad de difusión de la cultura debido a las multas y ante la imposibilidad de obtener una licencia de bar musical para programar música en vivo. Pues su travesía del infierno no ha terminado. Acaban de invertir 45.000 euros en reformas para ajustarse a la normativa, han visto reducido todavía más su aforo (si antes era de 39 personas, ahora es de 33) y, aún así, no han recibido la ansiada licencia.
Para no morir de inanición o extinguirse en el más triste olvidos, el Helio ha reanudado tímidamente su actividad con conciertos matinales cada sábado. El último devolvió al bar el ambiente de las grandes ocasiones: con el cartel de entradas agotadas, el público apretado y la certeza de que conciertos así solo son posibles en la intimidad y complicidad de los locales de pequeño formato.
¿O acaso es habitual entrar a la una del mediodía en un bar y encontrar a la mitad de público sentado en el suelo y prestando máxima atención a vídeos de baile flamenco, cuplé y performances con los cuales proponer una reflexión sobre la historia del arte desde una perspectiva de género? A eso se dedican Marta Sesé y Cris Ricardo (también componente del grupo de trap feminista Las Vvitch) desde su proyecto Higo Mental. Y si La Bella Dorita provocó gran revuelo y carcajadas en el bar con su cuplé ‘La vaselina’, no menos potente fue el impacto de Cristina Lucas destrozando a martillazos una gigante escultura griega de Moisés, símbolo del nacimiento de la religión y del sistema patriarcal.
De lo rancio a lo transgresor
Pero las verdaderas protagonistas de esta matinal de sábado en el Helio eran María y Ana, las integrantes del dúo Ajuar. Solo han publicado seis canciones en CDs autofabricados de edición limitadísima, pero su ‘Canciones’ ha corrido como la pólvora en los círculos feministas. Y justo en la semana de la huelga convocada para el Día de la Mujer Trabajadora y con el barrio de Gràcia empapelado de carteles contra los feminicidios, traían unas jotas leonesas y extremeñas a las que han extirpado todo deje machista y les han inyectado historias y giros feministas renovando su poder transgresor.
Un concierto de Ajuar es un viaje a otro lugar y a otro tiempo en el que las mujeres calzaban madreñas, los molinos eran tecnología punta y las canciones viajaban de pueblo en pueblo, adaptándose en cada uno según el ingenio local. Un tiempo y un lugar, también, en que las mujeres organizaban filandones, esas reuniones en las que conversaban de sus cosas mientras tejían. Lo del sábado en el Helio fue, en cierto modo, un filandón. Un filandón cargado de intención, munición y emoción en el que las jotas de Ajuar hablaron justamente de lo que nunca versaron las jotas que cantaban sus madres. Fue un encuentro con el pasado para reescribir desde el presente el futuro de las mujeres.
Mortero, pandereta y voz
Cada canción comenzaba con un compás que María marcaba picando con la maza en el mortero. Ana se incorporaba con la pandereta y ya solo faltaban sus voces, poderoso instrumento con el que alterar las historias de esas viejas jotas para sentirlas más propias. Jotas sobre las abuelas luchadoras antifranquistas que nunca protagonizaron las jotas, jotas sobre mujeres que no se retiran del balcón sino que se asoman a él, jotas sobre trabajadoras que desafían al patrón, jotas sobre mujeres bellas y fuertes, jotas sobre lesbianas como ‘La republicana bollera’, cuya protagonista no se arrodilla ante reyes, pero sí, ante su amada Josina. Jotas, incluso, sobre el poder de cambiar las letras a las jotas.
La música popular a menudo se usa como mecanismo para reafirmar la identidad o el orgullo de quienes la escriben, interpretan y escuchan. Pero ese mecanismo cultural se ha desarrollado a menudo a costa de menospreciar, ridiculizar y humillar a las mujeres; una práctica que, siglo tras siglo, ha fijado la imagen de la mujer como ese 50% de la sociedad dispuesto a aceptar toda vejación poética solo “porque es tradición”. Contra tal inercia, Ajuar ha armado un cancionero poderosísimo que extermina los tópicos machistas de la jota.
En el Heliogàbal se pudo notar claramente el poder que desatas cuando resignificas las formas musicales más tradicionales. Es como despejar un balón que viene hacia ti con una fuerza descomunal: rebota con aún más fuerza que si lo chutases plantado en el suelo. Ajuar rebotan los arcaísmos rancios de la jota con un patadón feminista que se cuela como un tiro en el imaginario del siglo XXI. María y Ana cantaban el sábado mirándose a los ojos y la potencia con que propulsaban sus versos se entrecruzaba en sus miradas y salía disparada hacia las cuatro paredes del bar. Imposible permanecer impasible. Los aullidos y aplausos al final de cada canción eran atronadores. Sobre todo, tras ‘El baile’.
Antipatriarcal y huelguista
Para el final del concierto, Ajuar se reservaron la ‘Jota antipatriarcal’ y esa otra ‘Jota de la huelga’ compuesta especialmente para la movilización del 8 de marzo. A la entrada, se distribuía una octavilla con las dos letras, así que el público pudo sumarse armando un jotero coro feminista. El filandón se fue de madre (nunca mejor dicho) y los aplausos al final del concierto se prolongaron más de lo habitual en el Heliogàbal. María confesó estar a punto de echarse a llorar. Poco le faltó.
Hubo unanimidad en el bis. Tenía que ser ‘El baile’. Para esta, nadie había repartido la letra, pero prácticamente todo el público se la sabía. Sus versos suponen el más poderoso alegato contra la cultura de la violación que se haya rimado en este país: “Si me pasa algo esta noche / Dirías que la culpa es mía / Lo dirían los vecinos / Y también la policía / Por eso yo me pregunto / Cuándo se acaba esta historia / De que la culpa sea nuestra / Si nos matan y nos violan”. Y sigue: “Que te pinte mal, que te pinte bien / Ante tu agresión, yo responderé / No me callaré, me defenderé”. Y sigue: “Vivan las mujeres libres / Que no tienen miedo a nada / Por mucho que tú lo intentes / No pienso quedarme en casa / Ten cuidado rapaciño / Con lo que haces en el baile / Las chicas que bailan solas / No necesitan a nadie”. Y sí, se canta a ritmo de jota. Se puede bailar, incluso.
(Publicat l’11 de març de 2018)