Un volcán de agua, bronce y fuego
Ese tipo está paseando descalzo por el Museu de la Música y nadie le llama la atención. Y ese otro, igual. El personal de sala no solo no les amonesta sino que conversa amistosamente con ellos mientras otros visitantes bien calzados contemplan las piezas expuestas: un kurtar de Calcuta, un m’bei de Guinea Ecuatorial, una quena peruana, una mandolina napolitana… Reunidos en el museo, estos instrumentos son el recuerdo mudo de la gran diversidad sonora del planeta. Muchos son la única puerta de entrada a esas músicas remotas en el tiempo y el espacio que casi nadie puede oír hoy.
Ese metalófono forjado en bronce, por ejemplo. Sin él es inconcebible la música de gamelán. Y solo es una de las decenas de piezas que integran el conjunto instrumental con el que se interpreta este género indonesio. Gamelán, de hecho, significa conjunto. Y este estilo particular de Bali y parte de Java solo se puede escuchar en Barcelona cuando el grupo del Museu de la Música ofrece un concierto, ya que desplazar a un grupo balinés con todo su instrumental sería costosísimo. En Bali es una música omnipresente y muy popular. Muchos pueblos tiene su gamelán. En Barcelona es todo un lujo.
El jueves, coincidiendo con el Día de la Música, el grupo de gamelán del museo ofrecía una de sus dos actuaciones anuales. Y resulta que esos tipos que iban descalzos por la moqueta roja del museo eran integrantes del conjunto. A las siete de la tarde aparecía el resto. Una veintena más. Y, sí, todos descalzos, con camisetas azul oscuro y un pañuelo a la cabeza con motivos decorativos dorados. Con ustedes, el Gamelan Penempaan Guntur, cuyo nombre, traducido al castellano, significa Forja de Truenos.
Una sinfonía a 44 manos
El grupo ofrecerá dos pases y para el primero ya no cabe ni un alfiler de bronce. El público, con edades que van de los dos años a los setenta y muchos, toma posiciones en los escasos asientos disponibles que hay en la sala de teclados donde se ha ubicado el evento. O en el suelo. En el suelo se sientan también los veintidos músicos. Jordi Casadevall, el director del conjunto, anuncia que la primera pieza es de creación moderna. Dicho lo cual, cuarenta y cuatro brazos se enfrascan en una intrincada sinfonía de percusiones precisa como el mecanismo de un reloj, chispeante como una hoguera, abrumadora como una tormenta de verano.
El escenario es la misma moqueta roja. Y las diferentes piezas del gamelán están dispuestas cual batallón de ataque. Varias hileras de metalófonos con distintas vibraciones y tras ellos, los músicos con sus respectivas mazas y martillos. Al fondo está el gong. A su lado, el flautista, el único que no usa instrumentos de percusión. Delante, dos tambores. En el flanco izquierdo, el reyong, una batería horizontal de doce ollas que se reparten entre cuatro personas. Ocho manos para doce gongs. Eso exige una tremenda sincronía. Preside el cuadro una única olla que parece tener funciones de metrónomo.
La música suena vibrante, crispada o evocadora, según la pieza interpretada. Casadevall explica la historia e intención de cada una de ellas. Esta es una pieza tradicional balinesa que se interpreta cuando las mujeres van al templo a hacer las ofrendas a los dioses. Esa otra evoca la relación entre un tigre y un cazador. Aquella se compuso tras la erupción del volcán Agung en los años 60. Todas suenan fascinantes e incomprensibles. A veces parece que suba la marea. A veces, que está cayendo una tromba de agua. Pueden resultar contemplativas o trepidantes como el curso de un mismo río.
El gamelán del Museu de la Música es la única formación estable en España. Lo que podría ser otro instrumento mudo y encerrado en una vitrina ha cobrado vida gracias a estos quince hombres y ocho mujeres. A su derecha, un mueble del año 1727 que en su día fue un clavicémbalo también está a punto de cobrar vida y provocar la muerte por infarto a un vigilante de la sala. Una niña le ha arrancado el protector de metacrilato y el estrépito se ha oído hasta en Ubud. Se ha mascado la tragedia, pero, ¿y si una noche, como en la película ‘Noche en el museo’, todos los instrumentos disecados del Museu de la Música saliesen de sus vitrinas para tocar? ¡Sería el concierto del año!
Comunitaria, compleja y popular
El gamelán indonesio es un caso excepcional de música altamente compleja y profundamente popular, forjada en prácticas comunitarias y sin líderazgos o solistas. Cualquiera puede integrarse en el conjunto, ya que este se nutre de intérpretes con distintos niveles de destreza y todos son imprescindibles para que la música se pueda interpretar. Los músicos del museo, cada vez que acaban de tocar una pieza intercambian sus posiciones. Aquí todos son reemplazables y polivalentes. ¡Un momento! En el programa de mano pone que el grupo lo forman 22 personas, pero aquí hay 23. Óscar se alistó en enero. Cualquier espectador podría sumarse mañana a la Forja de Truenos.
No todos los integrantes del Gamelan Penempaan Guntur tienen la misma destreza ni la misma responsabilidad instrumental, pero cuando entran en órbita y repiquetean las láminas de metal, el tapiz sonoro es abrumador. Como los crescendos electrónicos de Orbital, pero con una exuberancia tímbrica desbordante. Y cuando vuelve la calma, nadie osa aplaudir hasta que la vibración final del gong se ha perdido completamente en el silencio. Hay que saborear todos esos sonidos hasta el último segundo. Quién sabe cuándo se podrá volver a escuchar un gamelán en directo en Barcelona.
De Múnich al festival Grec
Terminan los dos pases y los músicos cargan las piezas de bronce hasta la sala interactiva donde reposan y se hacen los ensayos. Un lustro después de su llegada al Museu de la Música, 2018 está siendo un año inusual y muy excitante para el Gamelan Penempaan Guntur. Semanas atrás, estos músicos participaron en un encuentro mundial en Múnich. Y el 3 de julio, dentro de la programación gratuita del festival Grec, el gamelán saldrá por primera vez del museo con todas las piezas del conjunto instrumental para expandir sus sinfonías de lluvia, lava y bronce al aire libre en la plaza de Margarida Xirgu.
(Publicat el 24 de juny de 2018)