Donde hay rap hay esperanza
Una lancha surca las tranquilas aguas del canal conducida por control remoto por aquellos chavales apostados en la orilla. Una adolescente posa segura ante el móvil de su amiga en la orilla opuesta. Colina arriba, seis jóvenes inician otra larga tarde de viernes junto a un par de neveras portátiles. Estamos en el Parc de la Trinitat, oasis de oportunidades lúdicas en el cogollo del Nus de la Trinitat.
En la cancha de deportes, la actividad es más frenética. Un enjambre de skaters aprende a patinar mientras otros se centran en el baloncesto. Junto a los columpios, algunos se estrenan con la pintura y el grafiti. En el escenario un chaval pincha una versión techno del himno partisano antifascista ‘Bella ciao’. Bienvenidos al Mala Fama, un festival impulsado por jóvenes de la Trinitat, Bon Pastor y Baró de Viver para combatir la estigmatización que padece la cultura urbana de los suburbios. Para muchos adolescentes de estos barrios, el rap, el skate y el grafiti han sido herramientas fundamentales para forjar su identidad.
Todos los miércoles somos raperos
Buena parte del público viste camisetas negras con el nombre del festival. Los que no son dinamizadores sociales son talleristas o miembros de alguna de las seis o siete entidades y colectivos implicados en el evento. Más que un festival, el Mala Fama es una telaraña de estrategias socioeducativas dirigidas a niños y niñas de todas las edades. Lo mejor es que algunos saltarán del aprendizaje a la docencia. Ahora mismo dos quinceañeros asisten a siete renacuajos que recitan sus primeras rimas. Son los Rap Kids. Acaban de perder los dientes de leche, pero mientras les salen los definitivos cogen el micro sin vergüenza para darse a conocer. “Todos los miércoles somos raperos / Pero antes jugamos al pañuelo / A veces nos caemos al suelo / Pero nos levantamos de nuevo”.
Las Divax ya tienen más recorrido como grupo de baile y sus coreografías a ritmo de Lola Indigo, MC Gustta y Juan Magán arrancan aplausos de padres, madres, abuelos y decenas de jóvenes de todas las edades y razas que se han acercado a ver a las adolescentes de Bon Pastor. El afable Jonathan también ha aplaudido, pero le cambia la cara en cuanto sale al escenario. Ahora es un rapero. Ahora ya no sonríe. Ahora debe expulsar toda la rabia que lleva dentro. “Gente que está mal y lo pasa bien / Gente que está bien y lo pasa mal”, suelta, en una de las más ingeniosas síntesis de la condición humana que uno ha oído.
Jonathan debe tener 17 años y también es profe de los Rap Kids. Tiempo atrás fue alumno de Kevin Crespo, el rapero con más renombre en la zona y que en su día puso la primera piedra de la Crew 12, el colectivo que forma a los raperos en Trinitat Vella y Baró de Viver. Kevin ya tiene otro nivel. Solo hay que ver la seguridad con que rapea sobre los infiernos que esquivó.”He fracasado de todos modos / Por eso mismo merezco todo”, concluye. Nada de lo que rima suena a broma, pero su gran mérito no es su repertorio, sino el camino que ha abierto a los chavales que han aprendido con y de él. Como Airgejos, que lanza otra de esas rimas que sintetizan con crudeza la perspectiva del descastado de extrarradio: “Como monstruo me trataron / Como monstruo les traté”.
La rapera de siete meses
La Yellow no es de la Trinitat, pero ha venido desde L’Hospitalet para aclarar varios conceptos. “¡Se puede ser mujer y rapera! ¡Se puede ser madre y rapera! ¡Se puede ser mujer y decidir no ser madre!”. Todo, a cuenta de su embarazo. Está de siete meses y la presión sobre el diafragma le resta capacidad pulmonar para rapear al ritmo deseado. Tres chicas siguen su actuación boquiabiertas. Solo moverán los labios para susurrar el estribillo: “No drama, papi, no drama”.
Andino, el prodigioso improvisador ecuatoriano curtido en los vagones del metro, es otra pieza clave en la red de formación rapera de la franja del Besòs. Hoy le acompaña la cantante de soul Dani Rodríguez y el breaker Carlito’s Way. Vaya trío: igual cantan a Violeta Parra que reivindican el oficio de mantero o cargan contra Vox entre piruetas corporales. Los padres de Andino aplauden desde el mirador que sobrevuela el escenario. El tráfico de vehículos que rodea el parque no puede ahogar la certeza de que aquí se está levantando el barrio.
El néctar de los maleducados
No cabía mejor epílogo a esta primera edición del festival que la ‘Oda a la mala fama’ del joven poeta Hugo Rebollo. Fue un elogio de los abrazos de barrio que desbaratan los límites de lo correcto, un desafío a las élites que dictan quiénes son los maleducados, una apología de la lucha política por ser escuchado. Sus orgullosos versos estremecieron el parque sublimando el poder de las culturas de la periferia: “Hoy le haremos el amor a nuestro barrio. Y en la cúspide del orgasmo, que dicten misa desde arriba, que después de esto, fatigadas y entregados al mejor polvo de nuestra vida, nadie, ni siquiera ellos, nos arrebatarán el éxtasis, el néctar, lo que fecundamos aquí y ahora entregando únicamente nuestro imparable y fustigado canto”. Larga vida al Mala Fama.
(Publicat el 12 de maig de 2019)