Un quitamiedos triunfal
La puerta del número 5 de la calle de la Paloma está cerrada. No hay ningún reclamo que invite a entrar. No se promocionan mojitos a cinco euros. No se anuncia la retransmisión del Barça-Leganés en pantalla gigante. Aun así, no deja de entrar gente. De todas las razas y, sobre todo, mujeres. Entramos también al Inusual Project, un local que desde el 2007 programa actividades culturales de todo tipo: desde proyecciones de cortometrajes hasta sesiones de tango queer. Proyectos inusuales, sí, aunque tal vez lo inusual no debería ser esto, sino vender gorros mexicanos y caipiriñas en el Raval barcelonés.
Las organizadoras de estas veladas que, desde enero del 2015, tratan de subvertir cada lunes los estereotipos del baile argentino celebran hoy la primera jam session exclusiva para mujeres. “He visto una guitarra. ¿Nadie se anima?”, pregunta Ale Castellano a través del micrófono. “Este no puede: tiene barba”, le responden junto a la barra. Las normas son las normas: se aceptan hombres como espectadores, pero esta noche tienen vetado el acceso al escenario. La plataforma barcelonesa Mujeres y Música busca así generar espacios donde las mujeres no sientan la presión de exponerse en un contexto tradicionalmente tan masculino y sentirse sometidas a su escrutinio. Solo así, dicen, aumentará la presencia femenina en los escenarios de salas y festivales, tan escasa aún.
(Pausa para reflexionar sobre qué sociedad hemos construido y validado entre todos para las mujeres tengan que organizarse y generar espacios desde los que, poco a poco, perder el miedo y la vergüenza que les impide ocupar esos escenarios que el sistema patriarcal ha entregado casi en exclusividad a los hombres). “No es por vergüenza, es por falta de autoconfianza”, matiza Ale.
Cuesta romper el hielo. Lo saben las responsables de Mujeres y Música y también las instrumentistas que llevan un rato intentando generar un ambiente de confianza improvisando instrumentales de blues y funk. A ver si alguien más se anima a sentarse a la batería, a colgarse la guitarra o a cantar algún tema propio con el ukelele o el teclado. Tras una hora de calentamiento, el escenario se vacía y nadie toma el relevo. Nadie lo asume como un fracaso. Nadie está obligada a nada. Esto no es un examen sino, tal vez, un sondeo de la situación.
Con una sola nota
Entre el público abundan las veinteañeras y treintañeras. Al fondo del local está Yolanda, una mujer que rompe la media de edad por arriba y que tiene aspecto enfrentarse desde hace tiempo a estas situaciones. Sale al escenario, coge una guitarra e interpreta la dulce ‘Samba de una sola nota’ de Antonio Carlos Jobim. En voz baja, con sigilo, se gana la atención de un público que ya se estaba refugiando en sus conversaciones. Pero lo mejor está por llegar. Yolanda es cantautora y se saca de la manga un tema propio, “Que les den!”, con el que carga contra el machismo, la globalización, el precio del transporte público y hasta el Banco Mundial. “Yo no sé qué piensas tú / Pero está bastante claro / Hay que salir a la calle / Y armar la de Dios”, canta. No rima, no. Pero levanta el ánimo cosa fina. Para la siguiente canción ya se habrán incorporado cinco mujeres a la banda.
Cuesta creer que esa guitarrista que está dejando boquiabierto al público con sus punteos eléctricos hace cinco minutos se hiciera la remolona y pusiera como excusa que tenía que salir a fumar para retrasar un poco más la hora de tomar el escenario. Ya nadie quiere que lo abandone. El clima ha cambiado por completo. Han pactado una versión del ‘Sympathy for the devil’ de los Rolling Stones. Después, un clásico de las jams: ‘Ain’t no sunshine’, de Bill Withers. La velada tocará techo con el ‘Valerie’ que Amy Winehouse robó al grupo inglés The Zutons. Todo el público entusiasmado se suma a corear el estribillo.
Ale también saldrá a cantar. Y no una letra cualquiera, sino la del ‘What’s up?’ de 4 Non Blondes, todo un himno para la comunidad lesbiana y, ante todo, un superventas mundial que cuestionaba el sistema patriarcal hace 25 años. Es una de las canciones más desgastadas de la historia, pero hoy suena poderosa y renacida. Una vez más, no importa tanto la calidad de la interpretación, como el clima de confianza y empoderamiento que genera a su alrededor. Ale insiste al terminar de cantarla que este es un espacio nacido para perder el miedo. “La idea es subir aquí y equivocarnos todas”, celebra. Y recuerda que hay un jarrón para recoger donativos. Es un jarrón de cerámica con la palabra: ‘Pasta’.
Resistencia cultural
Hace ya más de dos horas que ha empezado la jam y sigue entrando gente al Inusual Project. El canario Zebensuí Marrero, dueño del local, ha salido a por más cervezas. Al cruzarse con una anciana del bloque contiguo le ayuda a entrar el carro de la compra al portal. Mientras, Sergio le cubre sirviendo en la barra. Sergio es el antiguo dueño de El Arco de la Virgen, otro espacio cultural que cerró meses atrás debido a la presión gentrificadora que padece el Raval. El Gipsy Lou también cerró. Zeben toca mentalmente la barra de madera del Inusual Project para que nada le impida seguir acogiendo propuestas culturales que fortalezcan los vínculos sociales del barrio y dignifiquen nuestra existencia.
“¡Paso a los músicos!”, grita una chica desde el fondo del local. Intenta abrirse camino entre el público, pero es casi imposible. “Venimos de Cerdanyola. Para que veáis que esta iniciativa ha llegado muy lejos”, proclama orgullosa ya en el escenario. Se incorpora a la jam con el ‘Rehab’ de Amy Winehouse. A la batería, una mujer con una resplandeciente camiseta de Cher. Otra joven de largo cabello rubio se marcará el ‘Wicked game’ de Chris Isaak. Esto ya no hay quien lo pare. Habrá que repetir esta iniciativa cuanto antes. “Igual tendríamos que haber empezado en 1956”, habrá pensado alguna de las organizadoras.
Son las diez y media y la banda, reforzada ahora por Yolanda y Kathy, las Sey Sisters, toca ‘I’d rather go blind’, otro clásico de las jam sessions. Cuenta la cantante de blues Etta James que ella coescribió esa canción, aunque cedió la autoría a su compañero de entonces. Acaban de entrar en el local cuatro turistas de acento californiano. El llenazo es tal que se quedan estancados al final de la barra. No pueden ver nada de lo que está pasando en el escenario, pero se dejan llevar por la música. Nunca sabrán si quien tocaba en el escenario eran hombres o mujeres.
(Publicat el 8 d’abril de 2018)