Después de merendar, muchos niños cargados con sus mochilas de colores llegan al Casal Font d’en Fargues y se reparten en varias salas de este equipamiento del barrio, reconvertidas en aulas. Uno de los niños dice, muy convencido, a su nueva maestra: “Yo vengo a estudiar porque quiero.” Una niña confiesa no saber exactamente por qué está allí. “Me han dicho que venga”, se sincera.
De momento, distribuidos en diferentes días de la semana, son ya una treintena los niños y niñas que el 12 de abril empezaron a recibir una hora de refuerzo educativo semanal en el casal, gracias al tejido de apoyo del vecindario. Forman parte del proyecto ‘Cap Infant Enrere’, que busca ayudar a luchar contra la brecha educativa que ya existía, pero que la pandemia ha agravado.
Àngels, Dolors y Roser son tres de las vecinas que se han implicado a ayudar a los niños y niñas con esta iniciativa, pensada especialmente para los alumnados de quinto y sexto de primaria, a punto de dar el paso a la ESO. Después de estrenarse como profes en el casal, aunque han pasado más de media vida en la enseñanza, explican las áreas en las que se han detectado las principales dificultades, y que, por lo tanto, tendrán que trabajar: matemáticas, lengua, comprensión lectora, técnicas de estudio, como hacer esquemas y resúmenes, o aprender a trabajar con orden y organización.
“También se puede tratar de dar confianza a niños que se comparan con los del resto de la clase que se desenvuelven mejor.”
“Cada caso es un mundo, está claro. Pueden ser problemas para retener la información o para expresar por escrito lo que se tiene en la cabeza. Pero también se puede tratar de dar confianza a niños que se comparan con los del resto de la clase que se desenvuelven mejor”, dice Dolors, que ha sido maestra de educación especial.
“En el barrio hay muchos maestros jubilados con ganas de participar en un proyecto social, porque desde el primer momento tuvimos claro que queríamos ofrecer el acompañamiento escolar como una iniciativa vecinal para ayudar a los niños”, declara Maria Oria, responsable de dinamización del casal, cuya asociación buscó, con éxito, la implicación de la Asociación de Vecinos y Vecinas de la Font d’en Fargues.
Pero también hay personas en activo, como Roser, profesora de tecnología de los alimentos en el Campus del Baix Llobregat, que en un año personalmente duro ha tenido muchas ganas de implicarse en el proyecto como voluntaria. “Creo que en un espacio pequeño es más fácil la interacción con los niños y también se pueden reforzar mensajes que ya se dan en la escuela o en casa, como que el móvil se tiene que dejar más allá de las 20 horas o que hay que ir a dormir pronto”, dice.
Son las escuelas públicas que participan en el proyecto —de momento, Font d’en Fargues, Heura, Àngels Garriga, Torrent de Can Carbassa y Pit Roig— las que detectan los casos, hablan con los padres y madres de los niños y los envían al casal.
El llamamiento no es solo a maestros, sino también a personas con experiencia de monitoras o simplemente con ganas de echar una mano, como acompañar a los niños al casal o ayudarles a hacer los deberes. Al proyecto se ha sumado el Casal de Barrio de la calle del Llobregós, que atenderá a niños de la Escuela Carmel.
“Había familias que no tenían dispositivos ni conexión a internet.”
“Se trata de que eso no sea un castigo, que en la metodología participativa también haya humor”, dice Àngels, que, desde la asociación del vecindario, dio ordenadores a tres centros de primaria y a uno de secundaria porque había familias que no tenían dispositivos ni conexión a internet.
Porque con la pandemia afloró la brecha digital. Fue durante el primer confinamiento, el más duro, que se detectaron las primeras pistas del problema. “Las escuelas se centraron más en dar apoyo emocional que propiamente educativo; era lo que tocaba”, comenta Maria.
Unos meses después, a partir de aquellas primeras pistas y del SOS educativo que se constató al inicio del curso, ‘Cap Infant Enrere’ ya era una realidad.