
El arquitecto de Hitler
Pep Munné encarna el papel de un tecnócrata y ministro nazi que movilizó a 14 millones de trabajadores forzados.
Hasta el 29 de enero puede verse en La Gleva Teatre Speer, una comedia irónica escrita en 1998 por la argentina Esther Vilar que toma el nombre del arquitecto de Adolf Hitler, Albert Speer. Se trata de un ejercicio a medio camino entre la política ficción y la memoria histórica. En 1937, con tan solo 32 años, el Führer le encargó que transformara Berlín en una nueva megalópolis: Germania, la capital del III Reich todopoderoso. Pero la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial envió al garete sus planes.
Tras la derrota de Stalingrado en 1942, Hitler, que sentía por él una predilección especial –“homoerótica”, en opinión de algunos–, le nombró ministro de Armamento. Tiempo después, Speer se preciaba de haber prolongado la contienda dos años y medio, a pesar de las víctimas y sufrimientos que provocó. Sin embargo, esquivó la pena de muerte en el juicio de Nuremberg.
La pieza que dirige Ramon Simó recrea una conversación ficticia entre Speer, una vez liberado de prisión, y un funcionario –ferviente comunista– de la República Democrática Alemana, que quiere saber cuál fue su implicación real en el nazismo. Uno y otro –Speer y Bauer– protagonizan un brillante duelo de “esgrima dialéctica”, encarnados por Pep Munné y Xavier Ripoll, respectivamente. Desde posiciones ideológicas antagónicas, ambos constatan el fracaso de dos modelos de sociedad totalitaria y el triunfo –por lo menos aparente– del capitalismo.
En el transcurso de esta pugna dialéctica emanan reflexiones sobre el poder, la barbarie y la visión y revisión de la historia, para llegar a la conclusión de que la reconstrucción de Europa sirvió de “coartada” para exonerar de sus pecados antiguos nazis en virtud de unos perfiles pretendidamente economicistas y tecnócratas.
La entrada para asistir a la función vale 16 euros y puede adquirirse de forma anticipada en este enlace.